La cola es un genuino experimento de equilibrio para mitigar la ineficiencia y el desorden. Aparece principalmente en los hospitales y oficinas de gobierno, o en las calles de la ciudad entre puestos de dulces, periódicos, carnicerías, tortillerías, supermercados y carritos de perros calientes. La cola se extiende interminable a través de la ciudad entre calles secretas y montañas; crece entre nudos Gordianos y giros imprevistos agregándose a otras. Se forma de eslabones perpetuos que atrapan a todos.
La cola se vuelve divertida en los parques de diversiones y las playas. Es un fenómeno elusivo de blusas pasteles, blancas, camisas almidonadas y playeras; trajes de gala cuando se tramitan licencias matrimoniales tardías. La integran pugilistas, fotógrafos, gimnastas, periodistas, futbolistas, roqueros, luchadores, alpinistas, amas de casa, escritores y gente común y corriente. Hay estilistas y peluqueros que comienzan sus escuelas de belleza con los que integran la misma cola. Hay grandes empresas que se han originado en la espera y modelos que ahí comenzaron sus carreras artísticas; también hospitales y prósperas funerarias. No se diga circos y conciertos de rock que, aprovechando el público presente, emprenden sus negocios. En la cola hay perros chihuahuenses e hipopótamos formados en la línea al lado de sus dueños como en el circo; no hay cocodrilos ni leones, para evitar alguna tragedia.
La cola parodia al burócrata inepto. Se usó como recurso en la revolución mexicana para fusilar a los pelones y en Francia, en el camino a la guillotina. Pero, es también una trampa fatal para aquellos que, llegando por fin a la ventanilla de servicio al cliente, olvidan el propósito por el cual se agregaron a ella. La tortura es el merecido castigo para aquéllos que se cuelan en la cola, o para los coleros quienes hacen cola por otros para beneficio propio sin respetar el derecho de los demás; o para aquéllos que muestran desdén por este guiño burocrático.
La cola favorece el comenzar un romance con alguna chica o chico despistado en alguna cámara secreta, unificar un pueblo; y así, asegurar la supervivencia de la especie humana. Ha habido intentos irresponsables por abolirla o desacreditarla, asignándole números a los afectados o fijando citas por teléfono con los mismos, pero todos estos intentos han fracasado. La cola será siempre imprescindible mientras haya imperfecciones humanas y funcionarios públicos que pierdan el tiempo planeando vacaciones o conciliando su chequera bancaria en su trabajo. La cola es un patrimonio perpetuo y herencia nacional. La cola es inevitable.
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